La historia de Paredes comienza en el patio de su casa, justo a la vuelta de cumplir su servicio militar en Rabasa, donde su madre le cedió ese espacio para cumplir su gran sueño: fabricar zapatos y ser empresario. Mucho antes, cuando ya tenía claro cuál era su objetivo, combinaba su trabajo en la fábrica de su padre por el día y los estudios en una academia por la noche, ganando sus primeros sueldos, preparando el terreno para poner en marcha su idea, y disfrutando de sus dos grandes pasiones en sus ratos libres: la caza y pasear por la sierra.

Pero los inicios, como todos los proyectos ilusionantes, no fueron fáciles. Al contexto de una situación económica complicada de un país con la sombra aún presente de la posguerra, se le unía la feroz competencia en un nicho de mercado tan específico y reducido como el zapato de caballero. Productos como los deportivos, trekking o casual todavía no existían en España y eso hacía que la oferta fuera muy homogénea y fuera difícil destacar respecto a las empresas y zapateros artesanos de la competencia. Problemas que sólo con tesón, ilusión y trabajo duro hicieron posible que Paredes despegase como empresa.